sábado, septiembre 26

¿Quién no se preguntó dónde estaba Chuchunco City?

La tradición oral chilena ha cristalizado en la conciencia colectiva a Chuchunco como concepto de lo lejano, lo distante; de aquello que se encuentra tan apartado que hace tarea engorrosa el acto de ir hasta allá. Los amigos de afuera del grupo de vecinos del barrio, esos que provienen desde otros lados de la capital, son los que "viven pa'Chuchunco". Cuando uno se equivocaba de microbus, se bajaba reclamando que "me dejó en Chuchunco". Porque, por cierto, no hay nada peor que andar "más perdido que en Chuchunco". Si alguien no aparece por mucho tiempo o desaparece sin dar noticias, "se fue pa'Chuchunco". Los residentes de comunas distantes entre sí, como floridanos y maupicinos, se acusan mutuamente de vivir en el mítico poblado de Chuchunco, llamado elegantemente también Chuchunco City.

Lo irónico del caso es que, en la práctica, Chuchunco no quedaba tan lejos, sino bastante más cerca del centro de Santiago de lo que pudiese creerse. De hecho, se puede ir perfectamente a pie desde el barrio céntrico, digamos desde la Plaza de Armas o La Moneda, hasta los ex territorios de la perdida localidad de Lo Chuchunco. Yo lo he hecho varias veces, de ida y/o de vuelta, por mi amor al cochino ahorro.

El concepto de la lejanía, de lo retirado que se encuentra de la ciudad, entonces, se remonta a aquellos años en que Santiago no era más que un pequeño poblado urbano rodeado de chacras y campos. A la propia Alameda en su parte Oeste y a la actual Avenida Ecuador se les conoció, en antaño, como el Camino a Lo Chuchunco.

Vamos detallando. Hacia principios del siglo XIX, el área urbanizada de Santiago concluía por allí donde la Cañada -futura Alameda de las Delicias- se unía con la quebrada de Saravia o de Diego Cáceres en lo que es, actualmente, el Barrio Brasil. Todavía a mediados de ese siglo, la zona más urbanizada de Santiago concluía por ahí. Es por esa razón que el matadero de la ciudad había sido implementado allá, cerca de la Ermita de San Miguel y por el callejón homónimo en este mismo sector (hoy Av. Ricardo Cumming), según anota Sady Zañartu. Y, en el siglo siguiente, donde hoy se encuentra la Calle San Diego, se comenzó a desarrollar la intensa vida nocturna de los clubes y los cabarets que se acumularon en ese sector, lejos de la mirada moralista del resto de los citadinos, pues toda esta zona seguía siendo considerada como "las afueras".

Pero la condición marginal de Chuchunco venía estando vigente desde mucho tiempo antes; suficiente como para quedar grabada a fuego en el recuerdo y la tradición santiaguinas. Al poniente de todo este tramo de la ciudad, por ahí por donde se perdía la Alameda de las Delicias, se extendía desde antaño un interminable paisaje de chacras, haciendas y humedales que conservaban parte del antiguo aspecto del valle del Mapocho. Uno de los más famosos era el Fundo de las Rejas, por ejemplo, llamado así por sus característicos cercos y que dejara de herencia su nombre al barrio, a una avenida y a la actual estación del Metro allí existente. Otra era la llamada Chacra del Viejo, al lado opuesto de la quebrada que pertenecía a don Diego García Cáceres, cruzando la actual Alameda. Los caminos eran pocos y los accesos escasos por allí, acrecentando la sensación de distancia y retiro de estas chacras y terrenos baldíos. De ahí la idea de que todo lo alejado de los centros urbanos quedaba "para Chuchunco", retirado y al margen de la civilización.

Allí, en esa prolongación de terrenos rurales hacia el Oeste de la ciudad de Santiago y desde la quebrada de García Cáceres, se encontraba la mentada Chuchunco, más o menos desde el sector que hoy corresponde a la Estación Central, hacia el Oeste. Correspondía entonces, y desde los inicios de la capital chilena, a un paraje inhóspito, y los indígenas le habían colocado tal nombre, según comenta René León Echaíz, porque desde allí se podía ver cómo las aguas del río Mapocho eran consumidas por las tierras de la proximidad, como si se las tragase. "¿Chu-chun-co?", en mapudungún, significa entonces algo así como "¿dónde quedó el río?", "¿qué se hizo el río?". Otros creen que la traducción exacta sería "abundante agua" o bien "agua que ya no está". La verdad es que no parece haber mucha claridad a este respecto y traducción varía de una fuente a otra.

Pese a su posición marginal y periférica con respecto a la primitiva ciudad de Santiago, los terrenos de Chuchunco han sido parte de la historia de la ciudad desde los tiempos del Gobernador Pedro de Valdivia, cuando éste concedió a don Gabriel de la Cruz dichos terrenos, en 1546. Aunque De la Cruz pudo conservar sólo la mitad de los terrenos que le fueron dados, pues vendió la otra parte a Antonio Zapata, su familia los poseyó por sucesiones hasta el siglo XVII. León Echaíz escribe que otra concesión en el sector le fue dada a Alonso de Monroy. El nombre preciso que se le otorgó a esta inmensa hacienda era San José de Chuchunco, y sus márgenes iban aproximadamente desde donde hoy se encuentra la Estación Central hasta el sector del río Mapocho, donde empalma con algunos afluentes aunque su caudal, como hemos dicho, aparenta ser absorbido en la tierra, cerca de su cruce con el camino hacia Valparaíso.

La fisonomía rústica y primitiva de Chuchunco había perdurado por largas centurias, hasta más o menos mediados del siglo XIX, cuando la implementación ferroviaria y la prolongación tanto de la Alameda de las Delicias como de los caminos derivados, permitió que el crecimiento de la ciudad por fin avanzara sobre la barrera histórica del sector poniente, del Chuchunco Abajo, como se le llamaba en forma un tanto peyorativa.

En el plano de la organización administrativa de la ciudad, Chuchunco correspondería a la IX Subdelegación Rural del Departamento de Santiago, según las leyes de 1889. Con la reorganización municipal de 1891, pasó a quedar al alero de la Municipalidad de Maipú. Esta condición se repite en la legislación de 1897 pero, en la de 1927, la Subdelegación de Chuchunco habría de pasar a manos de la Municipalidad de Lo Espejo.
En tanto, floreció al rededor de las terminales ferroviarias, hacia fines de siglo XIX, un sólido barrio conformado por el comercio que facilitaban los ferrocarriles, especialmente después de la construcción de la nueva estación de trenes, por iniciativa del Intendente Benjamín Vicuña Mackenna, que dio nacimiento al pintoresco e histórico vecindario de la Estación Central.

Fue así que el barrio Estación Central, ya no más Chuchunco, llegaría a ser considerado como un segundo centro comercial y financiero de la ciudad de Santiago. Las chacras habían sido reemplazadas por grandes construcciones, casonas, hoteles y hasta palacios. Vinieron los tranvías y, más tarde, los microbuses. En los setentas, llegó la Línea 1 del Metro. La línea de la Alameda de las Delicias habíase perdido ya del alcance de la vista, persiguiendo el crepúsculo hasta la Avenida de los Pajaritos y el camino hacia Valparaíso, y de aquellos terrenos agrestes a los que parecía un fastidio tener que ir desde la ciudad, sólo quedó la sensación de un recuerdo ancestral.

Estación Central fue reconocida como comuna autónoma en 1985, separándose de Santiago Centro. El estigma haber sido la puerta hacia los lúgubres y temibles entornos indómitos de la ciudad, se perdió en el tiempo. Sólo sobreviven de su antigua toponimia un consultorio público llamado San José de Chuchunco, en la Villa Robert Kennedy, por ahí cerca del barrio y la avenida Las Rejas, que constituye otro nombre que recuerda a las haciendas antiguas del sector, como hemos dicho. Una popular población nacida de una toma a principios de los setentas también restauró el nombre de San José de Chuchunco, pero más tarde ha sido llamada como Villa Francia, trístemente célebre por cuestiones policiales más que históricas.

En la sociedad chilena, sin embargo, el concepto de Chuchunco abajo que habíase constituido en una expresión arrogante y despreciativa de los citadinos para referirse a la gente rural o ciudadanos afuerinos, a los "palurdos", pasó a ser un concepto abstracto y subjetivo para hacer mofa de todo lo que sea sinónimo de algo lejano y perdido en los mapas, manteniéndose así en el lenguaje popular hasta nuestros días.

por Criss Salazar
(Fuente Urbatorivm)

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