martes, noviembre 16

1er Encuentro de Dirigentes Sociales y Culturales de Estación Central, Sábado 20 de Noviembre de 2010, 9:15 hrs.


 Estimados vecinos de Estación Central

Ante todo un cariñoso saludo.

Les cuento que desde hace más de un mes hemos estado organizando la que esperamos sea la actividad inaugural de nuestra "Orgánica Poblacional Cultural", el “1er Encuentro de Organizaciones Sociales y Culturales de Estación Central” a realizarse el próximo Sábado 20 de Noviembre, de 9:30 hrs. a 16:30 hrs., en las dependencias del Centro Cultural San Martín, ubicado en Alameda #4365 (esquina Con-cón).

El objetivo de este encuentro es fundar la red de organizaciones sociales que sea capaz de interactuar y representar a las más variadas expresiones de la cultura, el deporte y la vida social de nuestra comuna, de manera de que juntos logremos potenciarnos y defender nuestros derechos ciudadanos.

Durante nuestro encuentro se trabajará en base a las siguientes comisiones:
  1. Cultura y Bellas Artes: comisión que conversará respecto a la realidad de los artistas comunales y las distintas expresiones artísticas que se realizan o pueden realizarse en la comuna.
  1. Cultura como aspecto sociocultural: comisión que conversará respecto a los escenarios sociales y las oportunidades y amenazas que estos generan en nuestra comunidad.
  1. Cultura y Participación Ciudadana: comisión que conversará respecto a la realidad de las organizaciones sociales de la comuna, y las posibilidades y limitaciones que tiene la participación ciudadana, en un enfoque de derechos sociales.
  1. Cultura y Deporte: comisión que conversará respecto a la importancia del deporte y su relación con la educación en valores.
  1. Cultura y Patrimonio: comisión que conversará respecto a los múltiples espacios patrimoniales que posee nuestra comuna y la posibilidad de recuperar el espacio simbólico de cada uno de ellos.
Cada participante al encuentro debe acreditarse en alguna de estas comisiones al momento de llegar.
La participación en el encuentro no tiene costo. Se ofrecerá almuerzo de Camaradería.

Se ruega confirmar participación a Felipe Muñoz Vallejos, al teléfono 09-9336096 o al correo opcestacioncentral@gmail.com y difundir la iniciativa.

Los esperamos, vuestra participación es fundamental.

Un gran abrazo.


Felipe Muñoz Vallejos
Presidente Orgánica Poblacional Cultural de Estación Central



P.D: Adjunto links de nuestra página de Facebook y del evento de Facebook que hemos creado

Página de Facebook:
http://www.facebook.com/pages/OPC-Organica-Poblacional-Cultural-de-Estacion-Central/

Evento de Facebook: http://www.facebook.com/event.php?eid=161818167190739

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lunes, junio 21

Villa Suecia: La Isla de Estación Central


Por el norte, sur y oeste, está cercada por empresas e instalaciones militares; por el este, sólo una salida la conecta con el exterior. A primera vista, Villa Suecia es un barrio de ancianos, plantas y perros desconectada de su entorno. Y tampoco hay que escudriñar mucho para darse cuenta que es verdad. No ha tenido hijos ilustres, acontecimientos importantes, ni renovaciones dignas de destacar, salvo la curiosa instalación de una pista de bicicletas en este barrio donde el promedio de edad supera los 40 años. En otras palabras, Villa Suecia pasa completamente desapercibida por el anecdotario urbano. Pero, sin embargo, cuenta con el ritmo antiguo de vida de barrio: conversaciones en las esquinas, locales a los que se va a comprar y a conversar, caminatas paseando a los perros, apariencias bien cuidadas, el “maestro chasquilla” común para todos los vecinos, entre otras insignes postales. Bienvenidos a la isla de Estación Central.



A minutos del sector de Las Rejas y a minutos del límite entre Estación Central y Maipú, se ubica la Villa Suecia. A ella, se llega desde Pajaritos o desde 5 de Abril; o en metro, desde las estaciones Pajaritos o Las Rejas, ambas a similar distancia. Es una villa de cerca de 400 casas, con un promedio de dos a tres personas por hogar y catalogada como C2, según el último censo del 2002. Consta con tres calles principales, a lo largo, y numerosos pasajes y calles que las van cortando perpendicularmente. Éstas, tienen nombres que poco o nada entienden sus habitantes, y su morfología se ha castellanizado: Orebro, Malmo, Kiruna, Granna, Solna, Upsala, entre otras, todas referentes al país que lleva por nombre el sector.

Al llegar a Villa Suecia invade el aroma dulce del dengue, una pequeña flor perenne de arbustos que abunda por las calles del barrio. La mayoría de las casas cuentan con perros, autos, portones y jardines interiores bien cuidados. Por las calles, además del dengue, se encuentran pimientos, acacios, álamos y otros árboles de mediana y alta estatura, todos viejos pero podados con más precisión que bienestar de la arboleda.

Los días transcurren casi en perfecta sincronía con la rutina que han sabido establecer sus habitantes. De madrugada, salen los primeros vecinos a su lugar de trabajo. Don Eduardo, de Orebro 475, enciende su Toyota año ‘83, y el olor a combustible quemado más el ruido de su poco cuidado motor, irrumpen la armonía de pájaros y buses que suenan a 4 cuadras, por la avenida Pajaritos. Mientras tempera el motor de su auto, abre la reja exterior de su casa y deja salir a Tony, un menudo quiltro de 8 años, chico y peludo, quien sale inmediatamente hacia la casa contigua, el local de la señora María.

Fue todo un acontecimiento en Orebro la inauguración de ese local. En la esquina había uno, pero lo habían cerrado hace más de 15 años. Por tanto, los vecinos se vieron en la obligación de emigrar hacia otras calles en busca de aquel producto olvidado de la lista del supermercado o, muchas veces, un antojo de última hora. Claro, su local nunca prosperó – como toda sociedad neoliberal esperaría – y su oferta de productos se redujo a la mitad, pero, sin embargo, abre todos los días y sin excepción. En los veranos, son infaltables los cremosos helados Flaggs o los cubos – granizados de jugo envueltos en cilíndricas bolsas plásticas. El resto del año mantiene sus productos habituales, la señalética de Coca-Cola en su puerta y las cinco perritas que “cuidan” el local, a quienes corteja Tony. Todos los viernes cierra a eso de las 13 hrs. y se va al cementerio a visitar la tumba de su hijo Iván, quien murió hace más de 10 años. Nunca lo ha superado.

Casi simultáneamente, mientras don Eduardo finalmente saca su auto y lleva a su nieto Sebastián al colegio, llega raudamente una inmensa bóxer blanca habilitada como furgón escolar. Ésta, viene a recoger al hijo de los Rondanelli, uno de los pocos matrimonios jóvenes del sector. Marco Rondanelli es un oficinista que lleva años en el mismo trabajo. Su principal orgullo es su hija mayor, quien entró a una universidad estatal, al igual que él, a estudiar una carrera convencional, al igual que él. Muchas tardes de fin de semana, Marco sale a la calle a jugar tenis con su hijo menor.

Cercano a las 8 am, sale Sandra a su trabajo. Una mujer de 40 años, separada y con tres hijas que vive en la casa de sus padres. Hace un mes organizó, con otros vecinos, una votación de toda la Villa con el fin de constituir, nuevamente, una directiva vecinal. “¿Por qué no te inscribes?”, “necesitamos algo así, ¿o no?”, eran sus principales consignas que resultaron efectivas con una gran participación de la comunidad.

El padre de Sandra es unos de los rostros más reconocibles del sector. Don Rafael llegó a Chile el 3 de septiembre de 1939, con apenas 4 años. Fue parte de los 2.200 refugiados españoles que llegaron a Valparaíso en el Winnipeg, barco que los trajo desde Francia con el fin de arrancar de la Guerra Civil, gracias a la gestión de Pablo Neruda.

Don Rafael tenía la costumbre de fumarse un cigarrillo, todas las tardes junto a don Eduardo, hasta que le dio un ataque al corazón. La indicación fue directa y sin lugar a segundas lecturas: “o dejas de fumar o te mueres”. Él, vasco de nacimiento, pudo eliminar su vicio al instante.

Una vez que los pocos niños son llevados a sus lugares de estudio y otros salen a su lugar de trabajo, las tres arterias principales, Rey Gustavo Adolfo, Orebro y Rivas Vicuña, quedan descubiertas y al amparo de los primeros rayos de sol que atraviesan las copas frondosas de los innumerables árboles. En Rey Gustavo Adolfo, por ejemplo, la arboleda es tan espesa que la sombra cubre la mayor parte de las aceras. Pero no todo es vegetación.

Villa Suecia es una isla que está flanqueada por numerosas fábricas y automotoras. En su extremo norte, en calle Pajaritos, está la Mercedes-Benz y la Nissan; en su extremo sur, en avenida 5 de abril, se encuentran los talleres de la Nissan y su concesionaria de montacargas. Por el ala oeste, Rivas Vicuña, se sitúa una base militar y un centro de logística del Ejército, el cual llama la atención debido al arribo de helicópteros a sus dependencias un par de veces al año. Por este motivo, es común ver el tránsito constante de militares por el sector, especialmente a la hora de las comidas, cuando se arrancan a complementar su merienda en uno de los tres locales interiores del barrio. Más al sur, la frontera es delimitada por una panadería, una botillería y el estacionamiento de los buses Línea Azul. Y el ala este la constituye una hilera de casas que sólo se interrumpe por una única salida, a través de avenida Las Parcelas.

Vida de Barrio

Sin duda, uno de los principales momentos de encuentro vecinal se produce cada martes y viernes cuando una larga feria libre ocupa gran parte de Rivas Vicuña. Verduras, frutas, pescados, mariscos, pollos, comida preparada, abarrotes, cordonería, juguetes, cuadros y numerosos puestos de ropa – que se instalan con exhibidores, anaqueles y colgadores, ofreciendo la variada oferta de la moda importada de espacio y de tiempo – son los productos que ofrece esta singular feria libre de Villa Suecia.

El recorrido es estrecho, más aún cuando se topa con vecinos conversando obstaculizando el tránsito de los clientes. Pero a nadie parece importunarle, al contrario, algunos se unen alegres entre besos y abrazos. Los caseros, como se denomina popularmente a los vendedores, son los mismos de siempre, a excepción de los coleros (feriantes que no pagan el permiso municipal para vender y se sitúan al final de la feria), quienes van rotando constantemente.

Uno de estos caseros es Jaimito, un gordo bonachón que promociona su mercadería con rimas. “Lleve zanahoria, pa’ mejorar la memoria; lleve lechugas, pa’ que le crezcan las… manos”, y termina con una sonrisa que deja ver su escasa dentadura. Casi al frente de él, están las judías, tres hermanas viudas que venden lechugas, repollo, apio (cuando es la temporada) y cilantro. Entre las tres establecen un orden de trabajo: una lava las verduras en un gran recipiente de lata, otra pica y embolsa las verduras y la tercera se dedica a vender. Viven hablando de sus ex maridos pero rehúsan hablar de sus hijos.

Los caseros logran verdaderos lazos de cercanía con sus clientes. Sus encuentros comienzan con preguntas de buena crianza, y una que otra broma para marcar la cercanía: “¿cómo está, casero?, ¿lo sacaron a pasear para Semana Santa?”, “¿qué tal, señora Rosa?, ¡qué gusto verla!, ¿cómo está la salud?”. Luego de eso se encarga la compra y se une, a veces, a otra conversación con otra vecina que ha estado ahí hace 10 minutos. Luego de eso, se despiden deseándose éxito, buena salud y saludos a familiares que sólo conocen por relatos (muchas veces adornados).

No es menor el evento de la feria libre de Rivas Vicuña. La mayoría de los vecinos son ancianos que viven solos o que pasan la mayor parte del día sin más compañía que sus mascotas, ya que sus familiares poco los visitan o, si viven con ellos, pasan el día afuera en sus respectivos trabajos. Por eso hay tanto perro en el barrio, pero sólo tres andan sueltos: Milo, Copérnico y uno negro (aún sin nombre) que llegó hace un par de meses. Por lo general, no tardan en encontrar quién los adopte y les de techo y comida. Lo curioso es que a la mayoría de éstos los dejan en los patios traseros. Sólo se escuchan sus ladridos y aullidos.

Cuando no está la feria, los vecinos acuden al kiosco de don Aliro, quien ofrece frutas y verduras todos los días, eso sí a un precio mucho mayor, aprovechando su exclusividad de 5 días. Don Aliro es un hombre robusto de 60 años, muy parecido a Tito Fernández. Cuenta con dos empleados muy particulares: una señora que habla poco y no saluda a nadie, y un animado tipo de 40 años que sufre un leve retraso mental. El kiosco siempre está con gente reunida en una animada conversación de actualidad, luego de hojear los diarios que están a la venta, o sobre temas personales.

Otro de los puntos de encuentro en Villa Suecia son las esquinas. Ahí, por lo general, algunas señoras se invitan a tomar el té por las tardes y los caballeros, comúnmente vistos después de las 19 horas, se quedan discutiendo sobre política o se cuentan repetidas historias de su orgulloso pasado.

Según el último censo, más del 60% de la población de Villa Suecia son mujeres. Y se nota. Por las mañanas, el barrio es territorio femenino, y por las tardes, se reúnen en el centro de madres de la junta de vecinos. Este centro de madres, es una casa celeste de madera, ubicada entre los juegos infantiles y la cancha de fútbol. Ahí, las actividades que realizan – tejido, juegos de mesa, onces – son secundarias, lo importante es la conversación, generalmente basada en el éxito de sus esposos y/o hijos. No es un grupo muy abierto y sólo pertenecen a él un selecto grupo de señoras.

A eso de las 7 de la tarde, comienzan a regresar los primeros vecinos de sus trabajos, mientras se cuela de las cocinas el olor a pan tostado. Es el indicio de la hora del té. Los niños que juegan en las calles se entran y la familia se reúne a comer. De a poco, los hombres van saliendo a la calle a encontrarse para conversar y fumar. Ya en la noche, las salidas de casa son solitarias y son con el fin de sacar a pasear al perro o a regar el antejardín, por lo general, diseñado con pasto con un centro de flores y rodeado de arbustos menores o enredaderas.

Las noches son silenciosas y sólo las irrumpe el borracho/loco del barrio. Hugo fue un cantante y guitarrista promotor de la Nueva Canción Chilena en tiempos de la dictadura militar. Se presentaba en clubes clandestinos de oposición y estableció contactos importantes con gente contraria al régimen. En más de una ocasión escondió, en su misma casa, a dirigentes comunistas y armas para movimientos extremistas, poniendo en peligro a su propia familia. Con el tiempo, la bohemia lo fue enganchando más que la política y se convirtió en un alcohólico y drogadicto. Numerosas veces estuvo internado tratando su problema, pero él encontraba la manera de engañar a su familia y afirmar que había superado sus problemas de adicción. Nunca se recuperó y su condición se fue agravando: su familia lo fue abandonando al decepcionarse por sus promesas incumplidas, los robos de sus bienes con el fin de adquirir droga y su comportamiento cada vez más violento. Finalmente se quedó sólo y sus facultades mentales casi completamente deterioradas.

Por las noches se le escucha hablar sólo, insultar a la gente que pasa por afuera de su casa, o revelar, a viva voz, secretos de sus vecinos. Nadie sabe quién se los cuenta, pero ahora a nadie parece molestarle. En un principio se llamaba a Carabineros, a causa de sus bulliciosos monólogos; algunos hasta lo golpeaban, aburridos que sus secretos fuesen revelados.

De a poco se le ha ido comprendiendo, hasta se le toma con humor. Pero todas las noches, los vecinos están atentos por si aparece el predicador que desnuda el alma de los vecinos, esa cuidada apariencia que, al final del día, es revelada por el personaje menos representativo de Villa Suecia.

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